Cuando las sombras aún reinan sobre el Acceso Norte de San Miguel de Tucumán, ellos, nuestros protagonistas de papel, emprenden el viaje para cumplir con su misión. Algunos recorren pocas cuadras desde que dejan nuestra planta impresora, y otros, una centena de kilómetros. Cuando la claridad aplasta la noche, están listos para ese encuentro diario con los lectores. Esperan ansiosos en los puestos de los gaceteros; ofrecidos a viva voz en las esquinas más concurridas o, directamente, en las puertas o los buzones de las casas. Los canillitas son ese eslabón clave en acortar las distancias en la relación mano a mano. Luego, los diarios se ubican, privilegiados, sobre las mesas del desayuno en los hogares o los escritorios de las oficinas. Desde hace más de un siglo, miles de ejemplares de LA GACETA comparten con los tucumanos ese ritual cotidiano de reencuentro con la lectura y la información.
La edición de papel mantiene su vigencia, enraizada en la cultura tucumana como una tradición de dedos entintados y aroma a noticias frescas. En los 110 años ininterrumpidos de impresión, los periódicos recorren todos los días un circuito que fue especialmente diseñado -para llegar en el momento justo a todos los destinos fijados- y que es cumplido a pie juntillas.
El nacimiento y la “largada”
El diario nace en la Redacción, en el corazón mismo de la Capital. Como sucede con una composición colectiva, diversas áreas aportan en simultáneo sus trazos para la obra final. A contrarreloj, periodistas, fotógrafos y diseñadores comparten la tarea con los especialistas de la publicidad y los avisos. Luego de que cierra la edición, comienza el viaje. La planta impresora pone en marcha las rotativas y recibe el trabajo del día. Codo a codo, los técnicos y administrativos supervisan esa tarea casi artesanal.
Los ejemplares terminados son entregados al área de Expedición y de allí salen a la calle. Allí está el punto de “largada” del camino. La oficina de Circulación lleva adelante la planificación de la distribución, de las rutas, que están trazadas desde hace años y que sólo se van modificando eventualmente por la cantidad de unidades, de acuerdo con la demanda. Se alimentan en total cinco puntos de distribución, entre fijos y móviles. En estos locales es donde los canillitas adquieren las unidades. El mayor volumen de diarios se queda en el Gran San Miguel, pero hay una cantidad que sale a los caminos para llegar a las ciudades y pueblos tucumanos y también a algunos cercanos de provincias vecinas.
Las restricciones por la pandemia y los avances tecnológicos en el ámbito de las comunicaciones han generado algunos cambios en los destinos a los que llegaba nuestro diario.
De los Valles a la playa
En nuestro frondoso archivo hay una imagen que grafica una de las peripecias que hombres y mujeres cumplieron durante 110 años para llevar LA GACETA hasta sus lectores. Una fotografía en blanco y negro muestra a dos trabajadores cambiando la goma de una camioneta Ford tipo van con el logo del diario. De fondo se ve un puente carretero similar a los que hay en el sur provincial. Gran parte de las publicaciones que van hacia el interior siguen viajando en camioneta o bien, en ómnibus, dependiendo de la cantidad. Cuando las distancias eran mayores, el traslado era en avión.
Actualmente abarcamos todo Tucumán, teniendo como puntos extremos simbólicos La Cocha en el sur y Trancas en el norte, porque de allí se va hasta otras localidades de la zona. Por la cercanía, el diario sigue llegando a Santa María (Catamarca), Rosario de la Frontera (Salta) y Las Termas de Río Hondo (Santiago del Estero).
Hasta no hace mucho, el itinerario incluía Buenos Aires y otros puntos de Salta (entre ellos Capital, Metán y Cafayate) y Jujuy (San Salvador de Jujuy y San Pedro). Las capitales catamarqueña y santiagueña también recibían en sus calles a LA GACETA.
En el rico anecdotario de nuestro medio hay algunas historias curiosas. Durante décadas, en la época de descanso estival, los periódicos llegaban a las playas de la Costa Atlántica. Cientos de ejemplares partían hacia allí y se vendían entre enero y febrero en Mar del Plata, Miramar y Pinamar. Más cerca en el tiempo, también en el verano, la cantidad de unidades se refuerza en los Valles Calchaquíes, para los veraneantes que se refugian allí del calor y que están ávidos de noticias. Incluso, en alguna oportunidad, los trabajadores más memoriosos recuerdan que si la ruta estaba cortada por algún derrumbe, se hacía el trasbordo fardo por fardo en el lugar para garantizar que los diarios llegaran a Tafí del Valle. Las anécdotas grafican que los tucumanos no sólo hacen que LA GACETA forme parte de sus hogares sino también que la llevaron y la llevan a sus vacaciones.